“El arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin hombre,
pero quizá tampoco hombre sin arte. Pero con éste, el mundo, se
hace más inteligible, más accesible y más familiar. Es el medio de
un perpetuo intercambio con lo que nos rodea, una especie de
respiración del alma, bastante parecida a la física, sin la que no
puede pasar nuestro cuerpo. El ser aislado o la civilización que no
llegan al arte están amenazados por una secreta asfixia espiritual,
por una turbación moral.” Así lo expresa René Huyghe1
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